En La Manchuela albaceteña convergen el vino, la naturaleza y la gastronomía. Tres atractivos que se entremezclan creando una oferta turística única para disfrutar como nunca imaginaste de la provincia de Albacete.
Parajes que jamás olvidarás, vinos con ADN propio y recetas manchegas de carácter hacen que la experiencia de visitar La Manchuela sea algo único. Una visita que el viajero puede realizar siguiendo los pasos de la Ruta del Vino de La Manchuela, descubriendo a través de diversas actividades esta zona de la provincia de Albacete.
Esta ruta está conformada por pueblos de las provincias de Albacete y Cuenca, siendo una de las cuatro Rutas del Vino de Castilla-La Mancha que transcurre por la provincia albaceteña. En concreto, albaceteños son Abengibre, Alatoz, Alborea, Alcalá del Júcar, Balsa de Ves, Carcelén, Casas de Ves, Casas Ibáñez, Cenizate, Fuentealbilla, Jorquera, Mahora, Motilleja, Navas de Jorquera, Pozo Lorente, Valdeganga, Villa de Ves, Villamalea, Villatoya, y Casas de Juan Núñez; mientras que pertenecen a la provincia conquense las localidades de Alarcón, El Herrumblar, Iniesta, Villanueva de la Jara, Motilla del Palancar, Granja de Iniesta, Enguídanos, El Peral y Quintanar del Rey.
Hablar de la Ruta del Vino de La Manchuela es hacer referencia a una experiencia inolvidable, degustando vinos de alta calidad, gozando de una exquisita gastronomía y disfrutando de sorprendentes actividades. Así, el viajero no puede perderse las sobrecogedoras vistas panorámicas de Alarcón, Jorquera o Alcalá del Júcar, o descubrir las huellas de Santa Teresa visitando Villanueva de La Jara donde la Santa Andariega realizó su XIII fundación.
La gastronomía local es sin duda parte del encanto de la Ruta del Vino de La Manchuela que cautiva al visitante. Degustar platos tan icónicos como los tradicionales gazpachos manchegos es uno de los planes que no puedes dejar de hacer si apuestas por disfrutar de esta zona de nuestra región. Pero además, la Ruta del Vino de La Manchuela es sinónimo de naturaleza y turismo activo, y es que la belleza de las Chorreras del Cabriel a su paso por Enguídanos y las riberas de las hoces del Júcar a su paso por Villa de Ves o La Recueja te dejarán sin palabras.
Enoturismo de la mano de la Ruta del Vino de La Manchuela
Sin duda, una de las mejores experiencias que ofrece la Ruta del Vino de La Manchuela es visitar y conocer una de las bodegas que conforman esta ruta. Cabe recodar que la historia aporta evidencias vitivinícolas en esta tierra desde hace más de 2.400 años, habiéndose transmitido el saber de generación en generación, manteniendo vivo este legado hasta nuestros días, y dando lugar a una preciada cultura del vino.
La tradición y el buen saber hacer se conjugan a la perfección con avanzadas técnicas de elaboración y control de calidad de los vinos que se elaboran en las bodegas de la Ruta del Vino de La Manchuela. En concreto, esta ruta cuenta con 10 bodegas que abren sus puertas para realizar enoturismo, dispuestas a deleitarte con sus mejores vinos.
Muchas de ellas llevan años trabajando con el turismo y han creado experiencias espectaculares en la bodega y fuera del viñedo, casas rurales, restaurantes…
Experiencias para disfrutar de la Ruta del Vino de la Manchuela
La Ruta del Vino de La Manchuela, de gran interés turístico y ecológico, se adentra en el campo para proyectar tradiciones, culturas, así como el valor de sus gentes. Esta ruta se erige como una de las más propuestas para turistas, pero también para especialistas en el mundo de los vinos. Además de la visita a las bodegas, el viajero tendrá la oportunidad de disfrutar de una jornada en el campo y un paseo en carruaje de caballos entre viñedos, disfrutar de la belleza de localidades como Jorquera, hacer turismo activo en Alcalá del Júcar, y alojamientos con mucho encanto donde disfrutar de un relajante baño o circuito de aguas termales.
Cabe destacar la riqueza paisajística que se abre al viajero a su paso por la Ruta del Vino de La Manchuela convirtiéndola en todo un referente casi obligado para quienes quieren adentrarse en el mundo de la enología. Esta región mezcla, con un sello especial, la llanura característica de La Mancha y la Serranía de Cuenca. Pero además, el colorido natural de La Manchuela corresponde a la vegetación, y en especial, a los típicos cultivos de almendros, cereales y vid, entre todos, dibujando sobre el horizonte un paisaje del que disfrutar especialmente con amaneceres y atardeceres únicos.
Una aventura para recorrer espacios de Castilla-La Mancha, pero con un sello especialmente mediterráneo, es posible gracias a la Ruta del Vino de La Manchuela. Cuenta con una cautivadora naturaleza colmada por llanuras e imponentes lomas que atraviesa esta particular ruta con la premisa de ofrecer a turistas, propios y foráneos las bondades de esta tierra que tanto puede ofrecer en materia de arte tradición, cultura, y sobre todo, vinos.
Para descubrirla, el turista cuenta con la aplicación ‘100 Senderos de La Manchuela’, una iniciativa que cuenta con un centenar de rutas que atraviesan más de 2.000 puntos de intereses diferentes. En la APP también se puede navegar a través de sus fiestas populares, sus tradiciones etnográficas y su gastronomía, así como encontrar una extensa variedad de actividades turísticas, ya sean de aventura, turismo activo, para disfrutar en familia, con animales, acuáticas o de relax.
La Ruta del Vino de La Manchuela ofrece a los turistas una serie de actividades que buscan vincular los rasgos naturales de la región con la actividad del vino. Para ello disponen de una serie de atractivas propuestas enogastronómicas, que se refuerzan, a través de eventos, actividades especificas, paquetes promocionales, formación cultural y demás elementos que destacan la relevancia del vino y la naturaleza de La Manchuela. En este punto, cabe destacar que los ríos Júcar y Cabriel albergan dos zonas ZEPA, contenida esta última dentro de la recientemente declarada por la UNESCO ‘Reserva de La Biosfera Valle del Cabriel’.
Todos los espacios naturales de la Ruta del Vino de La Manchuela se convierten mágicamente en cómplices perfectos para disfrutar de días de relajación, aprendizaje y cata de los excelentes vinos de esta región. Así, podrás disfrutar de los encantos naturales de esta comarca, pero también realizar actividades multiaventura con las diversas empresas radicadas en esta zona, convirtiendo esta experiencia en un regalo inolvidable.
Pero la Ruta del Vino de La Manchuela también es sinónimo de gastronomía y patrimonio. Con la intención de conquistar a los paladares más exigentes esta ruta cuenta con elaboraciones y platos que forman parte del ADN de la comarca y que son perfectos para maridar con los vinos que se elaboran en La Manchuela.
El trabajo en el campo resalta los sabores y protagoniza las propuestas gastronómicas propias de la Ruta del Vino de La Manchuela. En esta especial oferta turística los comensales podrán degustar platos en exquisitos maridajes con vinos propios de la región que cuenta con Denominación de Origen. La gastronomía originaria de La Manchuela resalta las bondades naturales de la zona, destacando platos tan característicos como el ajipan, ajo de harina o el ajo de mataero.
Otros platos que muchos degustan son las migas o el cordero manchego, reconocido por su alta calidad y reputación gastronómica. El queso manchego, la miel de la Alcarria o los champiñones también se cuelan entre los sabores característicos de La Manchuela.
Pero además, La Manchuela es única desde el punto de vista patrimonial. Esta región enclavada entre las provincias de Albacete y Cuenca, ha sido conformada por una multiculturalidad que la hace tan manchega como mediterránea. Si algo tiene una importancia histórica y turística es el sistema de castillos, palacios y arquitectura defensiva. Así, no puedes dejar de visitar los castillos de Alarcón, Alcalá del Júcar o Enguídanos. Por su parte, las murallas almohades en Jorquera, también son un referente turístico tan interesante como el Palacio del Concejo (Alarcón) o la Plaza Mayor de Villanueva de La Jara.
Vinos con una personalidad propia
La bobal es la variedad autóctona y estrella de esta zona de la provincias de Albacete y Cuenca. Una uva que tiene como resultado unos excelentes tintos
Una comarca natural a caballo entre estas dos provincias que limitan con el Levante español; bañadas por las aguas de los ríos Júcar y Cabriel, que dibujan unos paisajes abruptos e inolvidables en contraste con las llanuras y las vegas dedicadas al cultivo. El particular clima de esta zona aporta a la uva una evolución extraordinaria. Sol, escasez de humedad y una singular fusión continental y mediterránea, con el viento solano, favorecen el carácter ecológico del vino. Todo ello ha dado lugar a una preciada cultura del vino.
La Ruta del Vino de La Manchuela se ha destacado en los últimos años por la calidad de su vino, al punto de gozar hoy de una denominación de origen que refrenda la calidad y el espero que ponen en esta ruta de cultivos vitivinícolas. Esta ruta es una excelente opción para conocer los ricos sabores y aromas del vino de esta tierra que permanece anclada en un punto privilegiado de la Península Ibérica y que se convierte en el argumento perfecto para la autenticidad y personalidad única de sus vinos.
Así, con el objetivo de mantener los elevados estándares de calidad establecidos en toda España, la Ruta del Vino de La Manchuela trabaja para ofrecer vinos muy diversos y de gran valor. Muestra de ello es que el carácter de campo de sus productores hace que la cultura del trabajo vaya más allá de los estándares y se enfoque en un respeto a los valores de la naturaleza como punto de partida y cultivo.
La Ruta del Vino de La Manchuela muestra una diversa y extraordinaria variedad de vino elaborado con las técnicas más avanzadas, pero a su vez acompañada de una tradición centenaria vinatera en las distintas comarcas, cuevas domésticas o jaras. De dichos procesos de elaboración resulta un vino tinto joven de color fuerte, aroma frutal intenso y tanino persistente, elaborado en su mayoría con bobal.
El vino blanco que se produce en esta zona destaca por su tono amarillento y pálido, aunque brillante con algunos tonos verdes; es aromático y afrutado. Al catarlo se puede sentir un poco de acidez. Además, el vino rosado resalta por su buena presencia y la elegancia de su sabor y aroma; su color y tono matiza la juventud que se evidencia ante los ojos de los expertos en la enología.
Un vino singular, con una voz propia que tiene mucho que decir, con una historia sorprendente, nacido en una tierra privilegiada, mimado por un clima propio, guiado por la tradición y la tecnología, que pone de manifiesto el valor de lo autóctono.